En la mañana del Viernes Santo, Huércal-Overa amanece presta a revivir, un año más, la que puede ser la más antigua y hermosa de sus tradiciones. Desde hace más de 250 años, los huercalenses, independientemente de la Hermandad a la que pertenezcan, se unen por la devoción y la fe, para acompañar en esta mañana a la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno en su subida al Calvario.
Al contrario que el resto de procesiones de la Hermandad, la del Calvario tiene un carácter netamente popular. Durante el transcurso de la procesión, los devotos olvidarán temporalmente su condición de blancos, negros o morados, para ser simplemente fieles que acompañan a Cristo, reflejado en la imagen del Nazareno.
Abre el cortejo una banda de cornetas y tambores, y tras ella, la Cruz de Guía de la Hermandad, seguida por el estandarte de Ntro. Padre Jesús y las banderas de las distintas imágenes de la Cofradía. Tras ellas, aparece un ingente grupo de penitentes. Vestidos con túnicas de terciopelo morado, de cola y sin adornos y con un antifaz del mismo material cubriendo su rostro, portan al hombro cruces de madera oscura, remarcando el carácter penitencial de la procesión.
Mientras frente a la puerta del templo continúa el avance del cuerpo de penitentes, en el interior del mismo resuena una campana. Llega el momento que todos los allí congregados esperan, un año más, como tantos otros, Nuestro Padre Jesús Nazareno va a subir al Calvario, sobre los hombros de sus hijos, que cual una especie de modernos cirineos, compartirán parte de la carga del Redentor. Y así, portado con el esmero y el amor incondicional de sus devotos, y entre una sonora ovación, el Nazareno sale una vez más a las calles huercalenses.
Poco a poco, con paso firme, la sagrada imagen inicia su caminar hacia el Calvario, pero al llegar al Arco, el tiempo se detiene. La dificultad que entraña este punto del recorrido, unida a las hermosas estampas que genera, hace que en los aledaños del mismo se congregue una gran cantidad de público, tanto a la ida como a la vuelta, que contiene el aliento hasta que la efigie del Redentor ha terminado de cruzar.
Ntro. Padre Jesús Nazareno en el Calvario
Y así, casi sin darse cuenta y entre una constante lluvia de pétalos que los fieles ofrendan a Nuestro Padre Jesús, la procesión llega hasta la entrada del Calvario, suena la Marcha Real, el Nazareno entra en el Calvario y la banda calla, para ser sustituida por los cantos litúrgicos y el rezo del Viacrucis. Paso a paso, el cortejo va pasando por las distintas estaciones, hasta llegar a la decimocuarta y comenzar el descenso desde el Gólgota huercalense y el regreso al Templo.
Cuando, cercano ya el final de la procesión, el Nazareno cruza nuevamente el Arco, esta vez de regreso, la emoción contenida se desata y las ovaciones y aclamaciones serán continuas hasta la entrada en el templo, armonizadas por los sones del Himno de Nuestro Padre Jesús. Y entonces, cuando la imagen abandona la sombra del Arco, se produce, como cada año, el "milagro" del Viernes Santo huercalense: el rostro del Redentor, bañado por la luz del sol, ha cambiado. Al bajar del Calvario, la faz del Nazareno es a la vez igual y distinta, conocida y nueva. Y así, con este prodigio en la retina, los huercalenses acompañan a su Nazareno en los últimos tramos de su recorrido, hasta que, un año más, y como cada año, el Señor entra de nuevo en su casa, donde permanecerá hasta la próxima Semana Santa.
Itinerario:
Plaza del Cura Valera, Plaza de la Constitución, Arco, Paseo del Calvario, Ermita del Calvario, Paseo del Calvario, Arco, Plaza de la Constitución, Plaza del Cura Valera.
Si deseas aportar fotografías, vídeos o cualquier otro material para que aparezca en la web, envía un correo a webmaster@pasomorado.org.